Una prenda que es tan habitual y común verla en nuestras calles que apenas nos paramos a pensar en qué origen puede tener. Y es que las faldas tienen un origen realmente antiguo y unisex, pues originalmente no distinguía entre hombres y mujeres.
Se podría decir que la falda lleva con nosotros desde el origen de la propia humanidad.
En el Neolítico se produjo una gran revolución con la introducción de la agricultura y la ganadería. Es en esa épica cuando se calcula que se crearon los primeros telares, creando una industria, la textil, que no ha dejado de evolucionar.
La forma más sencilla de cubrirse en aquella época era con una tela enrollada alrededor de la cintura, la que unos llaman sarong, la forma más primitiva de falda.
Moviéndonos por la linea temporal podemos ver como Egipcios, Sumerios y Asirios también hicieron un uso intensivo de la falda. Una vez más, todos los sexos hacían uso de ella indistintamente.
La falda ha ido modificando sus tejidos y longitud a lo largo de la historia: los egipcios con retalones de lino por encima de la rodilla para los hombres y hasta los pies en las mujeres o en la edad clásica, tanto en Griegos como en Romanos, con faldas que llegaba hasta las rodillas en los hombres y más larga en las mujeres.
Ya en la edad Media la prenda se fue volviendo cada vez más femenina, con pliegues y otros adornos que incluso arrastraban un palmo.
Y así, poco a poco, vamos viendo como las faldas para mujer han ido transformándose, acortandose, alargándose, cambiando tejidos, colores, estampados, siendo hoy en día un elemento de moda con grandes posibilidades y gran demanda en público de todas las edades.
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